sábado, abril 8

Sor Juana


Sor Juana.

Caminó por el pasillo sintiendo el aire frío resbalar por sus orejas y la aspereza del piso traspasarle las suelas de las sandalias y pellizcarle las plantas de los pies. En el convento reinaba el silencio. Se podía llegar al cubículo, escoger un libro de los estantes que guardaban el polvo del día anterior y viajar por las páginas como navegante de interminables horizontes. Pero más que todo, se podía prender una tea luminosa, engrandecer la habitación con la luz ígnea, llenar una hoja en blanco con las letras que, una vez liberadas de esa mano de escritora, volaban sobre los lomos de las águilas y se iban a vivir para siempre en las bocas cavernosas de la mente humana. Juana de Asbaje se inmortalizó de esta manera.
La muchacha que impresionó a doctos universitarios, el alto clero y dignatarios civiles del virreinato hace más de 400 años, se asoma en esta página de blog con una maestría métrica y un absoluto equilibrio rítmico:

“Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía,
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

Y amor que mis intentos ayudaba,
Venció lo que imposible parecía,
Pues entre el llanto que el dolor vertía
El corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste;
No te atormenten más celos tiranos
Ni el vil recelo tu quietud contraste,

Con sombras necias, con indicios vanos,
Pues ya un líquido humor viste y tocaste
Mi corazón deshecho entre tus manos”.

Estos versos de amor, escritos por una monja, no escandalizaron tanto a los hombres del clero de esa época como la despampanante inteligencia con que criticó a ilustres teólogos. Y no solamente su mente lúcida era una mecha de dinamita encendida. En la sociedad puritana en que vivía, la monja de claustro dio mucho de qué hablar con sus letras que evocan, hasta hoy inmortales, un amor misterioso aún pendiente por realizarse:

“Mas ¿cuándo, ¡ay!, gloria mía,
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto
y de los míos secarás el llanto?
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de goces anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿Y cuándo yo dichosa
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi lanto?

A Sor Juan se le llama la “Décima Musa”. El diccionario Larousse define como musa a “cada una de las nueve deidades que habitaban el monte griego, Parnaso y presidían las artes liberales y las ciencias. Las nueve musas eran Clío (historia), Euterpe (música), Talía (comedia), Melpómene (tragedia), Terpsícore (danza), Erato (elegía), Polimnia (poesía lírica), Urania (astronomía) y Calíope (elocuencia)”.
De manera tenaz la Décima Musa transpiró por su piel criolla el candente sol de Amecameca y desarrolló la belleza de su pluma en los ásperos rincones de un claustro religioso. Su vasta obra incluye prosa y teatro, pero se distingue la poesía debido a su calidad humana, exquisitez y espontaneidad. Su producción literaria llama tanto la atención como la singularidad de su vida y la entereza con la que defendió su derecho a pensar y a expresarse.
Eminentes personajes de la literatura han escrito sobre ella y la crítica ha tomado sesgos hacia un posible lesbianismo. Sin embargo, “nada empaña la limpieza de su vida en el mundo, ni se dijo cosa alguna que pusiera en entredicho su nombre y dignidad”.
El 17 de abril de 1695, a los 43 años de edad, la Décima Musa falleció como consecuencia de una peste que estaba asolando la población en México.
Desde el Parnaso de Chalupas y Chinampas Juana de Asbaje todavía nos alumbra con una tea que canta en verso y una prosa que viaja incansable sobre los lomos de las aves señoriales, habitantes de los riscos literarios.

Bibliografía: Historia de la Literatura Mexicana, de Sergio Howland Bustamante, Edit. Trillas -0-.