viernes, marzo 2
LA NATURALEZA EN SUEÑOS
Publicadas por Martha Avelina Rojas a la/s 10:45:00 a.m. 1 comentarios
miércoles, febrero 28
ILUSIONES PARA EL SIGLO XXI
Gabriel García Márquez pronunció este discurso el 8 de marzo de 1999, en la sesión inaugural del foro América Latina y el Caribe frente al Nuevo Milenio, llevado a cabo en París.
El escritor italiano Giovanni Papini enfureció a nuestros abuelos en los años cuarenta con una frase envenenada: "América está hecha con los desperdicios de Europa". Hoy no sólo tenemos razones para sospechar que es cierto, sino algo más triste: que la culpa es nuestra.
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Publicadas por Martha Avelina Rojas a la/s 5:51:00 p.m. 1 comentarios
Etiquetas Discurso de García Márquez
martes, febrero 27
EL ULTIMO BOCADO
El coronel Trino Hernández sacudió su sombrero después de un galope sin tregua. Encontró en las grandes habitaciones un ambiente que él consideró cálido, como para llamarlo hogar.
Al nuevo hacendado siempre le habían gustado las mujeres, pero nunca se había visto más complacido como ahora.
Por su lado, el general Margarito Raygoza esperaba sentado en una silla de maderas viejas escuchando el rechinar de los ejes de las carretas y los herrajes del fondo. Puso su revólver sobre una de las losetas del piso. Sus botas estaban húmedas y sintió un escozor entre los dedos. Trató de acomodarse en la silla. Se percató de que el sudor de las nalgas había humedecido el librito de poemas que guardaba en uno de los bolsillos del pantalón.
Sabía que en unos segundo más tendría que matar a quien fuera su mejor amigo.
Trino Hernández comía sin cubiertos, hundiendo la tortilla y atrapando pedazos de carne con los dedos. El caldo estaba grasiento y se tallaba seguido el bigote para limpiárselo. Cerró un poco los ojos mientras masticaba porque sentía el placer de ese bocado generoso y condimentado.
Instintivamente Hernández puso una mano sobre la cacha de la pistola. Experimentó lo amargo de su destino fluir en las venas, doloroso como el veneno de un alacrán. No había suceso que él temiera más que la aparición de su antiguo colega. Siempre se las había jugado, pero ahora era como si se las perdiera de veras, como si estuviera caminando sobre el filo de un acantilado donde un viento débil lo podría aventar al vacío.
De las tortillas recién hechas salía el aroma benévolo del maíz. Un vapor emanaba de un caldo con olor a cilantro y cebolla. Hernández se levantó de un brinco cuando escuchó la voz. La grasa del caldo le escurrió por las comisuras de una boca. Tuvo que tragarse el bocado para no escupirlo. No era hombre de miedos, pero en sus momentos de descanso un presagio siniestro le había provocado náuseas. Allí estaba la mirada negra, colérica.
Trino Hernandez se volvió a la mesa apoyando los codos con cuidado, sabía que la gente de Raygoza aparecería por todos lados, que su tropa solamente aguardaba órdenes para caerle encima, más valdría encarar el asunto de hombre a hombre, Qué hay de malo, dijo, que uno quiera asentarse, pues, es que ya no fue suficiente con andar de arriba pa' abajo, asaltando, matando, pues ya estuvo bueno, ahora hay que disfrutar lo que hemos ganado, Pues eso que usted quiere hacer, Coronel, es precisamente por lo que andamos peleando, argumentó Raygoza. Y añadió, Quién le dijo que la Revolución se hizo para seguir maltratando a la gente, cuántas veces le comenté a usté, repitió, dando unos pasos para enfrentarlo y hundirle los dedos en un pecho lleno de carnes, precisamente, a usté, todo lo que no me gusta de los ricos, y ahora quiere arremedarlos, Pues de qué otra manera puede tener uno una vida digna, compadre.
A Raygoza la cólera lo estremeció de nuevo, cómo se atrevía Hernández a hablar de dignidad. No solamente se había convertido en un traidor, ahora quería justificarse usando una palabra cuyo significado era una vaga nube errante, sin agua ni dirección, que no se detenía nunca, ni era de nadie, Dignidad, exclamó, Nada más un ratito, rogó Hernández, en lo que paro esta hacienda, ya después se podrán ir, dijo refiriéndose a los peones y las cocineras. La camisa del nuevo rico estaba cuidadosamente almidonada y se había puesto un corbatín ajustado. Raygoza pensó con desprecio que se veía ridículo, que por más que intentara parecerse a un hacendado sería siendo la misma bestia de siempre.
A las cinco de la mañana del día siguiente, el coronel Trino Hernández yacía muerto, con el pecho perforado, frente a uno de los muros de adobe de la casa grande. Cuando lo enterraron, le pusieron un leño en forma de cruz sobre su tumba.
Los fugitivos se miraron a los ojos. No era una ocasión para vacilar ni mencionar nada, cuántos días de esmero, por fin llegaba el momento, arrástrate como culebra en el desierto, rapta por las paredes como una iguana, vuela como un insecto, ataca como depredador, mira hacia el frente, hacia la luz del alba que nos recoge y nos abraza como hijos huérfanos. Nos la hemos ganado, por fin somos libres.
Había una entereza en Raygoza y una manera de ver las cosas, que Hernández, montaraz y alocado, no comprendía pero, en cambio, admiraba mucho.
Así anduvieron, durante tres meses, a salto de mata, tras los arbustos roñosos, buscando agua bajo las rocas, comiendo hierbas del monte, turnándose en la noche para hacer la guardia.
Raygoza escupió con desprecio, arrugó la cara frente a la fogata mientras se sobaba la manos sobre el fuego, Se quieren adueñar de este país como si fuera un baúl lleno de oro, no ven que es un barco que se hunde, lo ve usted, enfatizó volteando a ver a Hernández, no duermo pensando en eso.
Un día profético Hernández se levantó presintiendo que sus vidas estarían unidas para siempre, y quiso legitimar ese destino pidiéndole a Raygoza que le bautizara a uno de sus hijos. Cuando estuvieron festejando el bautizo, Raygoza tuvo una sensación blanda y pensó que su nuevo compadre, en el fondo, tenía madera de hombre de bien, que necesitaba asentarse para sacar a flote su verdadero carácter y cumplir con los deberes de familia. Por eso decidió partir solo y dejarlo en el remanso pacífico de un hogar. Nunca se imaginó que cinco meses después lo encontraría para matarlo.
En el momento en que Trino Hernández se dio cuenta de que era el prisionero de su propio compadre, estalló en una carcajada que solía fingir muy bien, Ah qué mi compadre, exclamó, nunca se le va a acabar lo bromista. Pero antes de que terminara de reírse, Raygoza ya se había ido.
En medio de la soledad y la penumbra, Hernández confirmó que su destino estaba vinculado a este hombre a quien había admirado y ahora odiaba con todas sus fuerzas, le pareció una broma el que muriera en manos de su General y por último concluyó que si no podía vivir con dignidad, al menos moriría como se imaginó que Raygoza moriría algún día, con la cara en alto y sin pedir clemencia.
Por su parte, el general Raygoza no quiso presenciar la ejecución de su compadre. Cuando el pelotón se puso en línea, él se montó en su caballo, lo espoleó con fuerza y cabalgó por horas perdiéndose en la serranía.
Regresó agotado. El escozor entre los dedos se había convertido en un herida que sangraba. Las piernas, arañadas por espinos, temblaban trémulas de dolor y cansancio. Su retinto de buena alzada bufaba con fatiga. A la altura de las espuelas, en el enorme vientre del animal, un hilillo se desprendía y caía en la tierra.
Dos soldados tomaron las riendas del animal y lo llevaron a descansar bajo la fronda de unos *tabachines. El noble se tendió sobre el suelo, aflojó los enormes músculos, resopló con fuerza y murió.
*Feria: Significa cambio. Feriar dinero, cambiar dinero. Tener feria, dar feria.
*Tabachines: Flamboyán (Poinciana Regia) planta de origen africano y de nombre francés.
Publicadas por Martha Avelina Rojas a la/s 1:06:00 p.m. 4 comentarios
Etiquetas EL ULTIMO BOCADO, Historias mexicanas
domingo, febrero 25
Para el buen cagar: un nuevo aparato
Vean lo más nuevo en el mercado en materia de excusados.
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http://www.youtube.com/watch?v=51vtQLydDxs
Publicadas por Martha Avelina Rojas a la/s 6:02:00 p.m. 0 comentarios
PREMIO NACIONAL DE FOTO PERIODISMO
Publicadas por Martha Avelina Rojas a la/s 5:27:00 p.m. 0 comentarios
Xóchitl
Historias Mexicanas
Aletse escribió Silencios de Agua, prosa poética de armonioso sonido.
Aquí está uno de sus relatos:
Haz click aquí:
http://www.aletse.com/CUENTOS%20y%20PROSAS/Xóchitl%202.htm
Publicadas por Martha Avelina Rojas a la/s 1:07:00 p.m. 0 comentarios
CUENTOS DE ARENA Y PAVIMENTO
Noche de suerte
Ahí estaba, él solo ante la máquina que devoró el billete para otorgar 100 créditos, es decir 100 oportunidades para que surgieran las figuras que le dieran a José Alfredo un buen triunfo. Sudó frío antes de la primera “tirada”, sorbió su whisky y se frotó las manos. Justo antes de oprimir el botón una hermosa joven maya se posó a su lado y con una dulce voz le deseó suerte.
José Alfredo se animó, sintió que esa era su noche, miró a la chica, le sonrió, volvió a ver la pantalla de la máquina, volteó de nuevo donde se encontraba la muchacha apenas hace unos segundos, ésta ya había desaparecido.
En ese instante, el empedernido jugador no podría reflexionar sobre la extraña aparición, pues era poco usual que una mujer de extraordinaria belleza indígena, vestida con su blanco hipil, estuviera en ese casino de la Zona Libre, pero esa presencia le había dejado en su ánimo un poco más de valor y dirigió su visita al botón de “apuesta máxima”.
Temerario pulsó el botón, el “cuick cuick” rebotó varias veces en la bocina de la máquina, las figuras fueron deteniéndose una a una de manera caprichosa, el billete lejos de multiplicarse, se desvaneció totalmente. José Alfredo tomó de un trago lo que le quedaba del whisky y se encaminó a la barra para solicitar otro, otro y otro más.
Ya no quedaba nada para él, sin dinero, sin familia, sin amigos… Reconoció entre los humos de su borrachera que él mismo había alejado a todos los que alguna vez lo rodearon y la idea del suicidio le coqueteó en su cerebro. Tambaleante salió del casino y caminó rumbo a la aduana, ya era muy entrada la noche, a mitad del puente, el Río Hondo parecía una gran serpiente negra dispuesta devorar todo lo que cayera en éste.
Aunque el chasquido al caer fue estruendoso, sólo unos teporochos que bebían debajo del puente se percataron de la caída de José Alfredo y ninguno hizo el intento ni siquiera de pedir auxilio, el cuerpo fue arrastrado y de vez en cuando era iluminado por la luna.
Kilómetros después, el jugador era despertado con una angelical canción en lenguaje maya, era ella, la muchacha que se le había aparecido en el casino, en un extraño paraje a las orillas del Río Hondo, la selva oscura, inescrutable le pareció un maravilloso paraíso a José Alfredo.
_ Hoy es tu noche de suerte, barrigón –dijo la chica en tono amoroso.
_ ¿Suerte, cuál suerte? Si he perdido lo único que me quedaba –reprochó José Alfredo, sintiendo los primeros estragos de la resaca.
_ A veces al perder se gana más de lo que uno imagina –cariñosa lo ayudó a incorporarse y enseguida lo guió entre la selva.
_ ¿A dónde me llevas? Ma’, con esta cruda y encima me haces caminar… ¿Quién eres?
_ Deja de lloriquear, toda tu vida lo has hecho, ¿no te gusta estar conmigo?
El tipo la observó bien, era una mujer como nunca había tenido en su vida que se le ofrecía voluptuosa, llena de amor. Al sentir esos cálidos labios, pensó que, efectivamente, sí era su noche de suerte, así que se dejó guiar al extraño paraíso sin protesta alguna.
_ ¡Despierta, cabrón! –la voz retumbó tan fuerte como el cubetazo de agua helada en su cuerpo, José Alfredo despertó y lo primero que vio fue a dos uniformados que le insultaban adentro de una celda.
Sin decir más, los policías beliceños lo sacaron de la celda para llevarlo a limpiar las calles de una ciudad desconocida para él. Entonces José Alfredo supo que la condena sería larga haciendo algo que nunca había querido hacer: trabajar.
Mientras que en Chetumal, a unos días de su desaparición la gente que lo conocía murmuraba: “estaba bien ‘mamado’ y se lo llevó la Ix-Tabay”.
Publicadas por Martha Avelina Rojas a la/s 12:07:00 p.m. 0 comentarios
Etiquetas Cuentos de Arena y Pavimento. Barrón.