viernes, abril 21

La vida insòlita de John Reed



Viernes 21 de abril, 2006.-
Avelina

John Reed, un periodista de vida insólita.
(1887-1920)

Hay un libro que me ha dejado con la boca abierta. Se trata de México Insurgente, un compendio de crónicas sobre la Revolución Mexicana, escritas por el periodista norteamericano John Reed.
Estas crónicas no solamente son un retrato de las luchas sangrientas de las tropas del norte bajo el comando de Pancho Villa; también son una visión clara de la cultura del pueblo mexicano. Entiéndase por cultura la indiosincracia, las costumbres y la religión de un pueblo.
Al margen de este valioso trabajo que le costó a Reed seis meses de andanzas, incomodidades y escollos que lo mantuvieron en vilo en terrenos agrestes y montañosos, está su vida: la de un periodista que dignosticó las enfermedades del mundo. ¿Quién dijo que se necesita ser objetivo dentro del periodismo? A Reed la objetividad le importó un bledo. Se mantuvo leal a sus convicciones políticas, mismas que implicaban la defensa irrestricta de los pobres. En 1917, cuando la revolución rusa estaba en su cúspide, él y Louise Bryant (su novia) oyeron las arengas, participaron en los mítines, desfilaron en manifestaciones en las calles rusas y recogieron datos para escribir Los Diez Días que Conmovieron al Mundo, “la obra que más ha contribuido, hasta la fecha, a divulgar la revolución de octubre”.
El contexto histórico que circundó la vida de Reed revela los mitos que han arropado las ideologías de los países grandes para mantenerse en el poder. Es decir, ni Estados Unidos ha sido la “cuna de la democracia”, ni el socialismo ha garantizado el poder de las masas. Los acontecimientos mundiales en ese periódo demuestran que los conceptos bajo las palabras “libertad” y “democracia” han sido un mero espejismo, y que tanto la clase trabajadora rusa como la estadunidense –aún hoy- ha sido engañada.
Empezaremos por contar que un poco antes de que Reed naciera, el gobierno norteamericano hizo una “cacería de brujas” y torturó y ejecutó a sindicalistas y radicales que simpatizaron con el socialismo.
“El viernes 11 de noviembre de 1877, conocido como Viernes Triste, fueron ejecutados en Chicago, después de un juicio amañado descaradamente, cuatro anarquistas alemanes inculpados de complicidad, nunca demostrada”, en un acto violento. El periodista Reed ya había sido arrestado por condenar la intervención americana en Rusia.
“Deportación, tortura y cárcel, cuando no la muerte, era lo que le esperaba a quien osara defender la revolución rusa o se declarase pacifista...”
Cuando Reed supo que Estados Unidos había decidido participar en la guerra, dijo: “este país, por muchos años, será la peor morada para los hombres libres”. Es difícil saber si se cumplió o no este vaticinio. Basta ver lo temerosos que los americanos están de viajar por el mundo.
Por lo que se refiere a Rusia, la historia ha relatado los cambios de su gobierno y las causas que los han originado. Y una se pregunta ¿desde cuándo los socialistas que lucharon en esa gran revolución dejaron de ser buena onda?
Una vez que ganaron, los bolcheviques impusieron a fuego y sangre su poder.
“En marzo de 1918 se realizaron fusilamientos en masa de pacifistas... había malestar y descontento en la población... El 5 de septiembre de 1918 se publicó un decreto en el cual se daba origen a campos de concentración”. Lenin en ese entonces detentaba el poder.
Así, un movimiento que empezó enarbolando el poder de las masas se entronizó manteniendo a estas masas bajo la fuerza de su puño.
John Reed nació en Portland, Oregón el 22 de octubre de 1887 en el seno de una familia pudiente. Fue un buen estudiante en Harvard, emprendió un viaje por Europa, escribió cuento, poesía y teatro, además de los géneros periodísticos. Se enamoró tres veces, la última fue la definitiva: Louise Bryant, quien lo cuidó en sus últimos días de vida cuando víctima de tifo, a los 33 años, murió en la cama de un hospital ruso, el 17 de octubre de 1920.
“Sus restos reposan en las murallas del Kremlin, donde fue enterrado con honores bajo una lápida que contiene la siguiente leyenda: “John Reed, delegado de la Tercera Internacional”.
A John Reed, conocido por sus amigos como “Jack”, los mexicanos le debemos las crónicas que pintan con colorido y gracia la revolución norteña y sus personajes. La fidelidad de México Insurgente, ha permitido a escritores contemporáneos la manufactura de novelas y guiones para radio, cine y televisión, y a los ciudadanos de este país de mil prismas les ha abierto un balcón hacia la explanada de su propia historia -0-.