viernes, mayo 16

Para compartir


Uno de los cuentos más conocidos de Edgar Alan Poe, El gato negro se puede leer en una tarde lluvias, una noche de insomnio, una mañana de asueto o un rato tranquilo, inserto en una jornada de largas horas.
Se los recomiendo.
No sé si fue la ansiedad provocada por el cuento de Poe, el caso es que me comí una de las semillas de la naranja al momento de cenar, y tengo miedo de no despertar debido a una congestión o un bloqueo de no sé qué en no sé donde, aquí dentro.

Si no despierto, pues ya saben de qué morí.
El maullido de un gato delatará las causas.

jueves, mayo 15

En cartelera: Borges y Cortázar.

Es difícil decidirse por alguno en especial porque los dos cuentos son de una intensidad enervante que subyuga al lector hasta el final.
Quizás Borges, como el ávido intelectual que fue, añada en
El jardin de los senderos que se bifurcan el relato histórico que no puede prescindir de fechas ni de lugares. Simplemente maravilloso.
Cortázar, en cambio, en La continuidad de los parques es brutal e intenso.
Considero que los dos relatos tienen una excelencia en el oficio, dejando ver lo que es el cuento: la vuelta de tuerca, el elemento sorpresa, la intensidad y la elipsis, bumerang de las formas circulares en la narración.
Cada uno en su estilo, Borges y Cortázar, con dos relatos maestros, los dos sumamente cuativadores dejando al final la sensación de haber sido invitada a cenar con los reyes de la ficción.

domingo, mayo 11

Compartiendo premios

Cuando Peggy Bonilla me dijo que compartía conmigo un premio llamado Calidez mi reacción inmediata fue de agradecimiento, pues en el ramo en que algunos escribanos nos movemos la mayor retribución que se obtiene, mucha o poca, viene del reconocimiento. La paga pasa a segundo término y a veces simplemente no existe.
Calidez viene de cálido y me atrevo a pensar que este premio se esparece a las letras con esa característica.

Enlazo este agradecimiento a los blogs de la apasionada Mafalda, el aventurero Eleonaí , la dulce Gatita, la fresca Albahaca y la ocurrente Bigote Prieto, con quienes comparto la jaula en el zoológico de las especímenes raras en un país que no lee.

Un abrazo afectuoso (a propósito de calidez).

José Luis


El hombre menudo y fibroso, repartidor de periódicos, quien litiga en las calles montado en su bicicleta es José Luis.

Este hombre simple, padre de una veintena de hijos, con un empleo de miseria, ha embellecido un día que comenzó siniestro, un simple pleito entre madre e hija, típica discusión de dos mentes opuestas que comparten un sólo mundo.

El regalo de José Luis es una flor cualquiera, pero resulta que es una rosa, además una rosa de un amarillo pálido, con pétalos bordeados de un aura café. Su presentación es como él: sencilla y bella, un tallo sumergido en una botella de Sidral que fue recortada en sus extremos y después unida a presión.
Un detalle más es el moño en su cuello hecho con un popote aplastado que rememora a un pasaje estudiantil.

Es bueno recibir una flor sin tener la tristeza íntima que morirá en unas horas, pues su tallo está asentado en una cama de pequeñas piedras remojadas en un manto fresco de agua.

La mujer de la rosa amarilla y José Luis, el repartidor de periódicos. Qué buen tema.

Un abrazo.