lunes, junio 4

En torno a Cortázar, El Perseguidor y los escritores.

A veces creo que Julio Cortázar era un poseso, alguien raptado y seducido -de tiempo completo- por sus personajes. No se puede pensar de otra manera después de haber navegado por El Perseguidor, y haber escuchado los comentarios que el propio autor hace de este personaje.
Creo firmemente que un personaje puede poseer el alma de un escritor. Hay momento, también, en que el autor escucha voces y diálogos y siente -además- una atmósfera.
Las historias pueden ser mera ficción, pero el estado de posesión de quien escribe es real. De hecho, éste es el estado que se precisa para escribir una buena historia, creo.
Un abrazo.

domingo, junio 3

MARISMAS DE UN SUEÑO

Por A. Rojas
Cuento.
Cuando los dos despertaron, el viento del Este movía las láminas y el techo estaba a punto de desprenderse. El esposo se irguió en la cama. Con los ojos bien abiertos, sobresaltado, y con el corazón en tropel le dijo a su esposa, Tuve un sueño horripilante, Qué soñaste, le dice ella, Que mi lancha zozobraba y que mis pescadores se hundían en ella, Es una señal, dice la esposa: indica que debes quedarte en tierra, No insistas, mujer y ella reclama: te necesitamos en la casa, mira el niño que te llama, y yo que estoy cansada de acarrear agua y de reparar las lámina del techo.
El esposo se apresuró y metió los pies en sus zapatos de goma. En un tono militar dijo, Tengo que salir. Se puso la camisa y abrió la puerta. Afuera el día era lúcido, contrastaba con los pensamientos atribulados del pescador, la angustia le punzaba como la picadura de un insecto, y por más que intentaba estar en calma caía de nuevo en el sufrimiento, Tengo que ver qué les pasó, abundó, imaginándose a sus tres pescadores pidiendo auxilio en el mar. Debo ayudarles, repitió, así que no me cierres el camino, mujer y regresa a cuidar al hijo.
Afuera estaba la lancha con un motor pequeño de borda y un par de remos, él caminó angustiado hacia el muelle. Ella lo siguió tratando de que volviera, sin entender cómo: en un día de sol y la mar en calma el esposo estaba tan atribulado, qué no había sido mucho: pasar por todas las precariedades de un mar que no suelta, pedir fiado en las tiendas, le reclamó.
Estoy seguro que se han quedado sin gasolina, dijo él, pensando en sus pescadores. Puede ser que no haya sucedido nada -recapacitó- pero los sueños siempre avisan, nada pasa por nada, acuérdate cuando soñamos que nos íbamos a casar y que tendríamos un hijo varón, Sí, aceptó ella, Y nos casamos, y después el sueño se completó con el nacimiento del niño, afirmó él convencido, acuérdate nada más, así que si soñé que ellos se morían, tendrá que ser cierto, tengo que salir, retomó, será una tortura tener que vivir con el peso de estas muertes por el resto de mi vida, y todo por no hacerle caso a los sueños, mujer, así que deja, no insistas más.
El esposo se fue, navegó ese día por un mar en calma. Arriba las gaviotas se insertaban en un cielo raso y azul, arropado por la brisa del Este. Tan pronto como avistó a la lancha ondeando su proa en las tranquilas aguas, tuvo un sentimiento feliz, de agradecimiento. La corriente lo acercó a la embarcación. La tripulación lo saludó. El pensamiento de un miedo infundado le hizo reír y llamarse tonto. Los demás lo observaron sorprendidos, pues no era costumbre del jefe estar tan contento mientras trabajaban, Se le aflojó un tornillo, masculló uno de los pescadores.
Así sucedió esa mañana, él estuvo pescando con sus empleados, distribuyendo el pescado en las pangas y amarrando redes.
Cuando regresó al puerto y caminó a su casa, encontró a los dos en la cama, su mujer y su hijo, abrazados, muertos los dos, degollada ella, aplastado el niño, por el filo y el peso de las láminas de un techo que, por viejo y desatendido, se había derrumbado -0-.