domingo, julio 22

Borges: la pampa y el sarape






J.L. Borges.












Capistrán.








Julio, México, D.F.- El anecdotario que Miguel Capistrán atesora en su memoria contiene la relación cordial y respetuosa que Jorge Luis Borges sostuvo con el escritor mexicano, Alfonso Reyes; su visita a México; su crítica contra el peronismo; la recepción que le hizo en ese entonces el ex presidente Luis Echeverría; y la manifestación cariñosa y abierta por parte de sus lectores mexicanos.

De particular manera menciona también la ceguera que en los últimos años mantuvo al escritor en tinieblas, viviendo una experiencia oscura; empero, al mismo tiempo, inspiradora, que le sirvió de material para nuevos textos.

El ciclo de conferencias sobre Borges que se llevó a cabo la segunda semana de julio, en esta ciudad, me lazó con la fuerza de una catapulta a sus libros, fieles centinelas del tiempo suspendidos en las penumbras de los estantes, en donde la mano necia y errante se rehusaba abordar.

Hablar de esta extraordinaria mente, implica reseñar un espíritu que emergió con la fatalidad a cuestas: quedarse ciego en los años más fecundos de su existencia. Sin embargo, desde temprano con una vocación definida, adquirió el oficio y el ejercicio de las letras. Su trayectoria se caracteriza por una necesidad de decir, exponer, discernir; al mismo tiempo de crear con una imaginación sustentada en la inteligencia.

Asimismo, esta tarea hilvana el imaginarse un mechero de miel, nutrida con el tiempo y el trabajo de muchas abejas. En esta metáfora, los escritores, equipados con talento, sensibilidad e intelecto pasan a poblar la colmena, leyéndose unos a otros, tomando y dando, a la vez.

En Ficcionario, una antología de sus textos, Borges expresa su admiración por quienes le precedieron. Además de Reyes, James Joyce, Nathaniel Hawthorne, Franz Kafka, Edgar Alan Poe, Virginia Wolf, William Fulkner, Henry James y Oscar Wilde; sin mencionar a los tradicionales griegos y algunas películas, como el Ciudadano kane, de Orson Walles.

En sus ensayos no deja de citar a Nietzsche, Spinoza y a los clásicos: Sócrates y Platón.

Borges, arabista, escribe cuentos con ambientes musulmanes, estudia las escrituras antiguas, las religiones, las corrientes filosóficas y literarias de varias épocas hasta alcanzar la fuerza intelectual con que escribirá sus ensayos y obras.

Descubre en Hawthorne un mundo creado por los sueños, y hereda de él la tarea de soñar. Las Ruinas Circulares es un cuento que ejemplifica su naturaleza onírica.

En La Escritura del Dios, por ejemplo, eleva el lenguaje a una vastedad humana:
“esa voz que equivale a un lenguaje y a cuanto puede comprender un lenguaje son las ambiciosas y pobres voces humanas, “todo”, “mundo”, “universo”.

Asimismo, es un escritor deja clara su preocupación por el tiempo y las sucesiones:
“… porque el tiempo otorgado a los mortales no es infinito” (Definición del germanófilo).
… “porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante” (El Sur, Cuento).
“Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje así lo es” (El Aleph, cuento).
“…no se puede medir el tiempo por días, como el dinero por centavos o pesos, porque los pesos son iguales y cada día es distinto y tal vez cada hora” (Juan Muraña, cuento).

“A pesar de ser sometido a varias operaciones, Borges perdió paulatinamente la visión del ojo derecho, lo que forzó (y estropeó al fin) la visión del izquierdo. Los especialistas lo obligaron a dejar de leer y escribir en 1955. El mundo se volvió cada día más gris, los colores fueron desapareciendo uno a uno, con excepción del persistente amarillo. Para un hombre acostumbrado a usar una caligrafía minúscula, aquellas limitaciones fueron radicales. Tuvo que aprender un nuevo oficio, el de dictar. El escritor se convirtió en dictador”.

Inclinado a registrar sus experiencias, Borges en el Poema de los Dones nos dice:

“Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche”.

Último párrafo del poema El ciego:

“Los días y as noches limaron los perfiles
De las letras humanas y los rostros humanos;
En vano interrogaron mis ojos agotados
Las vanas bibliotecas y los vanos atriles.
El azul y el bermejo son ahora una niebla
Y dos voces inútiles. El espejo que miro
Es una cosa gris. En el jardín aspiro,
Amigos, una lóbrega rosa de la tiniebla.
Ahora sólo perduran las formas amarillas
Y sólo puedo ver para ver pesadillas”.

Borges afirma:

“la ceguera es una clausura,
Pero también es una liberación,
Una soledad propicia a las invenciones,
Una llave a un álgebra”.