sábado, septiembre 23

DESDE LA TRINCHERA




Con relación a la columna Indicador Político, publicada en El debate, el 17 de septiembre, abordando el tema de los medios de comunicación y a su papel protagónico dentro de la política.
El columnista Carlos Ramírez cuestiona la postura de algunos periodistas frente al proceso electoral del 2 de junio, quienes –según Ramírez- asumen una postura parcial en favor de Andrés Manuel López Obrador.
A mí también me llama la atención el hecho de encender la televisón y encontrarme con los periodistas de Telefórmula y su sección empresarial, por ejemplo, con frases proselitistas apoyando abiertamente a Felipe Calderón. La comentarista, Mari Carmen Cortés, aseguró que está abiertamente en pro de los resultados de las elecciones. Sin mencionar al altisonante David Páramo, quien ha dicho, en un tono histérico, que López Obrador es un loco.
La pobreza y la desigualdad social han creado en el país una contraposición ideológica. Existen dos modelos de desarrollo muy diferentes: la derecha le apuesta a las recetas del Fondo Monetario Internacional –FMI-, y a los capitales foráneos; la izquierda está segura de que la riqueza debe partir desde el patio de la casa, que debe provenir desde dentro del país.
En la población, el enardecimiento de los pobres -que conforman una población mayoritaria- ha originado la legitimación de los modelos populistas de izquierda, debido a que cada vez son más las personas que brincan en el colchón mugroso de la pobreza; mientras, las minorías elitistas se vuelven cada vez más poderosas.
En este contexto, los medios de comunicación juegan un papel de vital importancia. Tienen la responsabilidad de informar de manera imparcial y analizar la información a fin de que el público conozca su realidad.
Sin embargo, son casi nulas las empresas informativas que pueden realizar esta función respetando la premisa de la objetividad.

Con excepción de las agencias de información –que tienen como férrea norma la imparcialidad- la mayoría de los periódicos y noticieros están sujetos a los intereses de sus empresas.
Los periodistas normalmente saben hasta donde pueden llegar en el manejo de su información a fin de no afectar a los clientes que solicitan publicidad en su medio informativo. De allí viene el conflicto de intereses, por principio de cuentas.
Sin embargo, en las grietas que uno encuentra dentro de los muros informativos, es posible hacer un periodismo de análisis y de crítica, atendiendo el dato duro.
Por vocación y disciplina los periodistas se han encargado del análisis. Este tipo de periodismo es menester en una época de crisis política, ya que una de las funciones del comunicador es el proyectar a la sociedad la realidad en base a los hechos.
Si periodistas como Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis han tomado partido es porque el país vive un momento crucial en su historia política, cuando una población dividida entre pobres y ricos ha marcado sus territorios. Tenemos que recordar a Ricardo Flores Magón y su trabajo tesonero en contra del régimen de Porfirio Díaz; a John Kenneth Turner, a quien solamente le bastó observar poco para saber a quién tenía que defender en su libro México Bárbaro, cuando le informó al mundo sobre el esclavismo y la tortura de los indios yaquis en torritorio yucateco, durante la época del henequén, en el tiempo de Díaz. Con el mismo ardor podría citar al norteamericano John Reed, quien estuvo al lado de los rebeldes de Francisco Villa, durante las últimas contiendas de la Revolución Mexicana, para escribir México Insurgente.
Todos estos periodistas tuvieron que asumir una posición en determinado momento, cuando la crisis hacía un vértice en la historia, pues era obvio, que la razón y la justicia defenderían la causa que ellos se dedicaron a divulgar.
Hay tres elementos que el periodista tiene en cuenta en su hallazgo con los hechos: veracidad, sentido común y justicia. Habría que ver si a Elena Poniatowska, o a Carlos Monsiváis le falta algo de todo ésto.
El periodista tiene la información de primera mano y posee, por ende, la posibilidad de convertirla en un juicio de valor. Y es precisamente este juicio de valor lo que conlleva a asumir un razonamiento que puede poner en jaque la premisa de la imparcialidad periodística, especialmente en situaciones extremas, como guerras, masacres o persecución política.
Es más sabido que un comunicador de izquierda, para quien las puertas de la opulencia han estado cerradas por convicción, tenga más credibilidad que un comentarista de Telefórmula, financiado por las cámaras empresariales de este país.
Las fallas en los medios de comunicación se está dando en todos los niveles en días de aturdimiento y oscurantismo, pero es entendibe porque, sin duda, hay un conflicto de intereses bien marcado. Bien sabemos que los medios de comunicación en México representan los intereses de la clase empresarial, y no la de los mendigos, indigentes, desempleados, obreros y trabajadores de salario mínimo y jornada máxima.
Las necesidades de la población necesitada son encargo de los aquellos comunicadores que se han dedicado a darle voz a la gente que habita en las esquinas de las calles, los pueblos olvidados. Véase La jornada.
Poniatowska, Monsiváis, Guadalupe Loaiza y Ricardo Rocha, ciudadanos al fin, han tomado una postura desde su trinchera informativa, de la misma manera que lo hacen los periodistas de la sección económica de Telefórmula, y ésto nos demuestra que pobres y ricos; conservadores (PAN) e izquierdistas (PRI), están atrincherados. Y que dentro de sus cuarteles, los periodistas y los medios de comunicación vigilan sus intereses-0-.

lunes, septiembre 18

Fallece célebre periodista


Oriana Fallaci, una de las más grandes periodistas del siglo XX, murió el 14 de septiembre, a causa de un cáncer, a los 77 años de edad. “Me desagrada morir –dijo- porque la vida es bella, aun cuando es fea”.
Nacida en una familia sencilla, Fallaci estudió Medicina en la Universidad de Florencia, pero nunca terminó la carrera, y poco después, inició una extensa trayectoria como periodista.
Como corresponsal de guerra siguió todos los conflictos de nuestro tiempo, desde Vietnam a Oriente Medio, desde India-Pakistán a Latinoamérica y logró entrevistar a numerosos líderes y celebridades del siglo XX, como Henry Kissinger, el Sha de Persia, el ayatolá Jomeini, Willy Brandt, Zulfikar Ali Bhutto, Walter Cronkite, Muammar Gaddafu, Federico Fellini, Sammy Davis Jr, Nguyen Cao Ky, Yaser Arafat, Indira Ghandi, Alexandros Panagoulis, Golda Meir, Haile Selassie, Mao Tse Tung, John y Robert Kennedy y Sean Connery.
Trabajó como corresponsal de guerra en Vietnam para la revista "L'Europeo", una vez terminado el conflicto en la ex Indochina pasó a la guerra indo-paquistaní y a Medio Oriente y recorrió toda América Latina, donde fue famosa su entrevista con Fidel Castro.
En México cubrió la masacre de la Plaza de las Tres Culturas (o de Tlatelolco), en la que fue herida de gravedad.
Por su grabadora pasaron el líder palestino Yasser Arafat y la Premier israelí Golda Meir; Henry Kissinger; el sha de Irán, Mohamed Reza Pahlevi, y el ayatolá Rujolá Jomeini (reunidos en el libro "Entrevista con la historia").

Su estilo de preguntas era agresivo y provocador, y su forma de redactar, impetuosa. Una de sus frases más célebres fue que todas sus entrevistas, en el fondo, eran consigo misma."Jamás entenderé por qué accedí", dijo Kissinger en alguna ocasión sobre su entrevista con la profesional, recuerda AP.

Estrella del periodismo narrativo y testimonial, Fallaci se dedicó a la novelística en la década de los '70 con "Carta a un niño que nunca nació" (sobre el hijo que había perdido), "Un hombre" sobre el héroe de la resistencia al gobierno de los coroneles griegos, Constantin Panagulis, quien había sido el gran amor de su vida, e "Insciallah", todos traducidos en más de treinta idiomas.
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