lunes, diciembre 11

Un Jardín de ensueños


El parque Sinaloa a la mano.

Uno de los lugares más frecuentados por los deportistas de esta ciudad es sin duda el jardín botánico Benjamin Francis Johnston, conocido como parque Sinaloa. Tiene una extensión de 2 kilómetros 400 metros para hacer ejercicio; canales donde nadan gansos, jardines custodiados por bugamibilias de flor roja, mágicas veredas y un vivero donde es posible comprar una planta al precio más barato en el mercado: 10 pesos.

El biólogo de este jardín, Celso Olais Leal informó que hay más de 32 especies de plantas, 84 de árboles y palmas; y 42 especies de cactáceas.






Entre sus árboles destacan el cedro, las palmas, olmos, ceiba, eucalipto y el bambú. En la primera curva se encuentra la familia de los cactus: el monstruo, agave azul, árbol de dedos y la lechuza de la India.
Las crestas de los árboles configuran un santuarios para aves nativas y migratorias, como la aguililla, halcón, chorlito, paloma, tórtola, periquito enano, colibrí, garrapatero pijuy, lechuza de campanario, carpintero, mosquero cardenalito, cenzontle, tordo y gorrión, entre otros.
La existencia de este gran jardín está ligado con la historia del fundador del ingenio azucarero, Benjamin Johnston. La gran casona del empresario estadunidense estuvo asentada dentro del diamétro de lo que después sería este parque público.
“En 1929 Johnston contrató a Florence Yoch, arquitecta paisajista para diseñar un jardín.
“Inspirada en sus numerosos viajes alrededor del mundo” la paisajista creó un extraordinario escenario para la familia en el patio de la casa. Yoch puso plantas de la India, Africa, España, Arabia, Sumatra, Java, Siam, Filipinas, Cuba, Australia y China.
“Después de hacer los planos durante 1929 comenzaron los trabajos de las principales avenidas. Atrás de la Casa Grande, Yoch dividió el espacio restante en cuatro partes con un eje en forma de cruz igual al jardín de un monasterio medieval que se encuentra en Italia.
El tomo I del libro Enuentros con la Historia indica que “para propios y extraños los jardines de la Casa Grande se convirtieron en un verdadero oasis que se distinguía por su originalidad y belleza, aunque la dimensión original, después de la muerte de Johnston, con el paso de los años se vio reducida considerablemente”.
“Posiblemente nuestro parque sea el único con ese trazo en América Latina”, mencionó Dorita Falomir de Ibarra, guía y anfitriona del parque.
Falomir explica que el trazo de este parque es una réplica de aquel que tuvieron los monasterios de los monjes Benedictinos del siglo XI y XIII, quienes se curaban con las plantas medicinales de sus exhuberantes jardines.
Añadió que todavía está sin explotar todo el potencial turístico de este lugar, ya que existe mucho interés por los turistas en convivir con la naturaleza y conocer un parque con estas características. “Muchos turistas se van al fuerte porque no hay quien les diga del parque Sinaloa”, dijo.
El portero del parque es un hombre que sobrepasa los cuarenta años, alto, fornido y sobre todo sonriente. Francisco Borboa Gastélum tiene 24 años custodiando la estrada norte del parque. “Lo que más me gusta –dijo- es convivir con todos los caminantes. Los aprecio como si fueran mi familia”.
Borboa saluda sin hacer distinciones con una mano extendida al aire y su voz de portento: “buenos días”.
A este personaje de risa fácil le gusta trabajar lejos del bullicio, donde la naturaleza siempre le está dovolviendo las sonrisas-0-.