jueves, octubre 4

Una de mis mejores amigas

Donají Olmedo, especialista en cardiología, tenaz y entregada en el trabajo. Vive en el D.F.





Mafalda nació el 4 de octubre sorprendidiendo a sus padres con sus primeros berridos.
Desde bebé expresó sus asombros abriendo sus bellos ojos, y así se quedaron: grandes, como las emociones que le provocaron las tiernas visiones de un mundo de caledoscopio -como ella lo vio por las ventanitas recién abiertas-bien amplios ante el amor, el desafío y las injusticias.
Por las contorsiones gráciles, inconcientes y elegantes de ese pequeño trozo humano en la cuna de sábanas de algodón sus padres le pusieron Donají, como aquella noble erguida y bronceada vestida de guelaguetza.

Hoy que es su cumple deseo que la princesa se ponga en sacrificio y muera en un orgasmo de poderío sísmico, que tome la más espumosa cerveza, baile el más apasionado tango y se desmaye, como podría hacerlo Susanita, con el tono de una frase cursi que hable de amor.

Nuestra princesa cumple años hoy. Ey, hombres hay que verla: atractiva, simpática a morir, con una energía de comerse al mundo y un gusto refinado en la literatura y la gastronomía, qué esperan!?????
MAFALDA Y EL BICHO
"En el año de mi servicio social, apareció por la noche, sobre la única mesa que existía en la casa-consultorio donde habitaba, una lucecita. Es característico en mi no pasarle el trapo a los muebles hasta que la tecata gruesa me grite "cochina" y la conciencia me jale a fuerzas a hacerlo. Cada noche, recostada en la hamaca y a oscuras con la mesa frente a mi, aparecía la lucecita. Me dormía mirándola sin saber que era, por las mañanas olvidaba la promesa que me hacía a mí misma de indagar a primera hora, que era lo que brillaba sobre la mesa.
La semana que le toco limpieza al consultorio descubri a la Luciernaga, estaba difunta la pobre, días enteros su minúsculo cadaver alumbraba mi mesa. Recogí el cuerpecito, le dió morada por años "El laberinto de la Soledad" de Octavio Paz.
Cuando regrese del servicio social, enmiqué el cadaver luminoso, me sirvió de separador muchos años, hasta que hube a bien prestar un libro con todo y ataud, y se me regresó el libro más no el separador.
Este bicho murió brillando y persistió brillante, iluminando el camino de mis ojos hacia mis letras..."