MI CIUDAD
Plazuela 27 de septiembre, un lugar de encuentro.
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, donde acuden a misa las familias que solían ser adineradas. Ahora son pocos los ricos y muchos los pobres.
El ocaso del ingenio azucarero, una industria que marcó la fundación de la ciudad. Ahora es un animal cuaternario.
La historia de mi ciudad es como la de aquella señorita que se iba a casar pero que se quedó vestida y alborotada. Fue considerada, hace más de 20 años, una de las más prósperas del país, cuando la industria, derivada de la agricultura (incluyendo la mariguana y la amapola) y la pesca, sentaba las bases para un progreso de cifras ascendentes.
Ahora sus fuentes de trabajo se han visto desminuídas. La producción agrícola es escasa en relación con la pretérita, y la población se encuentra empobrecida.
Las fachadas de los edificios están pintadas con grafiti. Y la población compuesta por gente conservadora, tiende a preservar todo, incluyendo los edificios que ya debieron ser derrumbados o reconstruidos.
Hay un monumento de hojalata dedicado al ingenio azucarero, un artefacto inmenso que solía ser la molienda de la caña de azúcar, una de las primeras actividades de producción en este lugar.
Esta inmensa mole oxidada se encontraba antes en las afueras de la ciudad. Ahora está frente a los ojos de cualquiera que ande por las calles del centro.
La plazuela 27 de septiembre, dedicada a la consumación de la Independencia, se encuentra frente al templo del Sagrado Corazón de Jesús. Está rodeada de árboles, fuentes y bancas. Los fines de semana y días festivos los funcionarios del municipio organizan eventos artísticos. Hay carpas que venden artesanía, dulces y libros.
Un tronido de cohetes y fuegos artificiales marcaron la noche de ayer. La gente se arremolinó con la cara al cielo admirando los mantos brillosos que caían al suelo como suspiros de angel.
Los mochitenses rememoraron la consolidación de la Independencia. Fue una noche que ha prolongado la idea de ser libres, algo que se ha convertido más en un sueño utópico, que en un plan nacional.
Ahora más que antes México depende de Estados Unidos para suplir al mercado de alimentos. Las importaciones de maíz han sido consistentes por más de cinco años. Siendo productor de petróleo, México le compra a su vecino del norte los productos derivados del crudo. La tecnología es incuestionable. El gobierno del país se muestra apático ante los proyectos nacionales en este rubro.
La apertura que ha tenido el país a los mercados internacionales ha representado un reto que ha sido incapaz de afrontar. Simplemente porque el país no ha tenido las armas para librar la batalla, su papel en el foro productivo internacional ha sido de dar lástima.
Mi ciudad, que solía ser una promesa de desarrollo agrícola e industrial, se ha visto arrasada por las políticas erráticas y erróneas de los gobiernos; la corrupción que todavía impera y el desenfreno de la clase política, que a propósito, es la mejor asalariada de México. Por todo lo anterior veo a mi ciudad como la gran dama de alcurnia venida a menos -0-.
2 comentarios:
Hola Ave:
Lo que describes se repite en otors lugares de México, especialmente en aquellos donde se produjo azucar.
Cerca de los ingenios que todavía producen, sigue la pobreza, las calles sin asfaltar, insalubridad. Lo vi hace pocas semanas en Carlos A. Carrillo, en el sotavento Veracruzano.
Ya no me acuerdo si comenté. Bueno, nunca he estado por ahí. Se ve lindo. Muchas ciudades son como esas damas de alcurnia.
¡Saludos!
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