domingo, mayo 6

DIARIO DE UNA TROTAMUNDOS



En el pasaje comercial de Loreto los vehículos pueden entrar, cosa inpensable en Playa del Carmen, donde aun los ciclistas son multados por circular en el adoquín.






La Misión de San Javier, un pueblo entre las tripas de la tierra.









Las culebras de agua que prodigan vergeles.






A quién se le hubiera ocurrido. Nadie en su sano juicio viaja sola, con tres litros de alcohol en la cabeza.
La tarde del domingo había estado comiendo en casa de Carrillo y Lety y se me pasó la mano con todo. Así que crucé el Golfo de California en un estado de inconciencia plena. Si el avión se hubiera caído, habría muerto en la placidez de la borrachera.
Afortunadamente mis ángeles guardianes trabajan de tiempo completo. A la salida del aeropuerto de La Paz un chofer ya me esperaba. Era José Luis, el taxista que les da servicio a mis hermanas cada vez que van de trabajo a la Baja. Rosa Ana le había llamado para que me recogiera y me diera el servicio.
El hotel Oasis de la Paz es cómodo y cuesta solamente 260 pesos la noche.
En la agonía de la cruda, temprano muy de mañana, tuve la lucidez suficiente como para poner a cargar mi celular y comunicarme para decir que había hecho un buen cruce. Cruce. Se me cruzaron las copas.
El hotel queda un poco fuera del centro, pero la ciudad está interconectada por medio de líneas urbanas. Así que con la maletita, no me dio trabajo tomar el autobús, preguntar y llegar al gran malecón donde está la estación de los autobuses Águila, los más comunes y de mejor servicio en la Baja. Recorren la carretera Transpeninsular que va de norte a sur, con parada en cada centro urbano.
Las canciones de Emmanuel son muy bellas, pero hay que ver lo que me hartaron. El conductor quiso recordar sus años mozos y puso la cinta más de 10 veces en las cinco horas que duró el viaje, Tataratata, tatataratata, quiero dormir cansando para no pensar en ti...
Después de la primera sorpresa que causa el desierto, el panorama se vuelve monótono. Por la ventana se puede ver un manto seco: matorrales con sus garras inhiestas apuntando al cielo y un ejército de cactus alineados en explanadas interminables.
En el mismo territorio hay piedras volcánicas y de río, así como sedimentos marinos incrustados en conchas que han quedado en la superficie como residuos del mar.
La visita a Loreto era de rigor, pues me habían recomendado el lugar hasta el cansancio. Sin embargo, cuando llegué no me pareció la gran cosa. Su centro de tres calles está adoquinado y tiene pasillos como los que hay en Playa del Carmen, Quintana Roo: atestados con tienditas de artesanías, ropa de playa y bronceadores.
Los servicios de información turística son deficientes. La Oficina de Turismo es solamente un par de repisas con algunos folletos y dos personas que hacen de todo, menos sacar de apuro al turista. Menos mal que la Internet está accesible por 16 pesos la hora y hay suficientes de estas oficinas en el centro.
Poco a poco fui percibiendo el sabor exquisito de las esquinas y la belleza de Loreto.
Me hospedé en el hotel Brenda, por 260 pesos la noche. Tiene aire acondicionado, agua caliente y estacionamiento.
La mañana del primero de mayo fue fresca y estuvo acompañada por los trinos de los pájaros y una música que traía el viento. La canción Te amo, en la voz de Guadalupe Pineda, parecía salir de una de las habitaciones de la sacristía de la Misión de Loreto. El edificio es adusto y tuvo que haber sido remozado varias veces, pues lo construyeron los jesuitas en sus afanes por conquistar el nuevo mundo por allá en 1697.
La nave principal estaba sola y por una de las puertas laterales se sale a un patiecito donde están las oficinas y algunos cuartos para servicios pastorales. Los portales tienen la gracia de las formas, el material de cantera y el rojo de las bugambilias. De allí se podía ver una serie de ventanas de unas habitaciones reglamentarias, un especie de claustro, ubicado en el segundo piso. En el vaivén de la melodía y la romántica voz de Guadalupe Pineda, me imaginé al cura llorando, inconsolable, solitario y modesto, por un corazón perdido, eternamente te amo, tu mano
Me decepcionó saber que la música venía del quiosco, ubicado a unos metros de allí, donde los organizadores municipales esperaban a los trabajadores sindicalizados para efectuar el acto con que se celebró el Día del Trabajo.

San Javier

Las montañas que sirven de espalda a la bahía de Loreto son áridas. Sobre su superficie los matorrales son unas mechas secas y puntiagudas. Todo es agreste e inhóspito. Una juraría que se podría de morir de hambre y de sed en dos días de no tener otra cosa más que abandono. Sin embargo, por los cañones de esa gran conformación de montañas desérticas, bajan colas de agua y en algunas partes las rocas forman piscinas donde los niños se bañan. Esto lugares, oasis en un terreno de cabras salvajes, aparecen inesperadamente en el camino. A los costados de estas colas de agua las palmas, las flores y los cultivos crecen con abundancia.
La misión de San Javier, fue construida para dominar -desde arriba- a los pueblos indígenas que estaban asentados en estos cañones. Los curas jesuitas tuvieron -me imagino- que haber tenido una condición física de talla olímpica para caminar, subir y bajar por las escarpadas paredes de estas montañas.
El pueblito de San Javier, ahora, alberga a unas 120 personas que viven de la agricultura y los pesos que dejan los visitantes que compran artesanías y consumen en el único restaurante.
La construcción de la iglesia es sólida y majestuosa, así como las montañas que la circundan. El verdor y la fertilidad de ese minúsculo valle es asombroso: hay legumbres, viñedos y dátiles.
En uno de los cañones nos encontramos con unas chozas de techo circular. Tiene el aspecto de una aldea africana, abastecida por una caída de agua proviniente de las zonas altas de las montañas.
El carro se atascó en dunas, patinó varias veces sobre la piedra suelta al subir. Y al bajar me caí tratando de tomar unas fotos. Me lastimé la mano y la rodilla. Pero por lo demás, el viaje fue placentero e interesante.

Continuará...

5 comentarios:

High Power Rocketry dijo...

: )

Martha Avelina Rojas dijo...

gracias r2k, gusto en verte por acá

Coro dijo...

Martha, hola
es como si te estuviera viendo, jajajaja, desde la borrachera... hasta el final.
¡Qué buena cronista! Y el estilo de Capote se va notando...
Me gustó mucho, sigue contándonos tus trotares por el mundo. Allí te acompaño, en la lectura...
Besos, amiga

Anónimo dijo...

Hola Ave:

Que viaje tan emocionante. Porque, creo, ha de ser emocionante viajar por esos lugares que describes.

Estaré pendiente de la segunda parte de esta crónica.

Cuídate.

Anónimo dijo...

¡Tocata y fuga en Re Mayor!
¡Qué aventura!
¡Saludos!