domingo, marzo 12

Sostiene Pereira


Sábado 11 de marzo, 06
Antonio Tabucchi,
Sostiene Pereira.

Al leer la novela de Tabucchi es posible escuchar el tecleo de la
máquina de Pereira. Se trata del año de 1938, cuando las dictaduras en Portugal y España remecieron la vida de los ciudadanos. Sin embargo, la novela Sostiene Pereira, lejos de ser un tratado político es el reflejo de un hombre cuya rutina se ve transformada por una serie de eventos en la búsqueda de respuestas sobre la muerte y el alma.
Pereira es un personaje que habla con el resuello de un cardiópata y camina con dificultad debido a su peso. Es además el encargado de la sección cultural de un periódico mediocre en Lisboa, quien evade participar en los movimientos políticos de la época.
Sin embargo, las circunstancias en que se encuentra lo llevan a relacionarse con dos jóvenes e inicia una relación de amistad, situación que por inercia, lo hace participar de manera indirecta en movimentos contra la dictadura.
Antonio Tabucchi, el mejor escritor italiano de su generación, dijo haberse inspirado en un periodista jubilado quien había usado su pluma como artillería contra el régimen salazarista en Portugal. El periodista se exilió en parís y, cuando las dictaduras murieron, regresó ya viejo a su pueblo, donde vivió al amparo de una jubilación hasta su muerte.
Tabucchi supo de su fallecimiento y cuando estuvo en la capilla ardiente, donde estaba el féretro abierto, observó que era un hombre viejo y gordo y que el libro firmado por los visitantes estaba casi en blanco. "Por la mañana compré un diario de la ciudad -escribe- y leí la noticia de que un viejo periodista había muerto en el hospital de Santa María de Lisboa y que sus restos mortales estaban expuestos ".
Desde entonces las noches del escritor se vieron interrumpidas por la visita de este personaje, quien después de haber arriesgado su vida por un ideal político, muere en la penumbra de la soledad y el anonimato.
Pereira es un hombre que vive solo, en su departamento, traduce cuentos de escritores franceses del siglo diecinueve y toma limonadas con mucha azúcar. Es alguien que extraña sin remedio a su mujer muerta, cuyo retrato se convierte en su interlocutor y compañero de viaje. Es un individuo con una vida gris y rutinaria, para quien los temas de la muerte y el alma son ineludibles en su vida y trabajo.
Desde el principio de la historia el personaje empieza a respirar. Cuando Pereira reflexiona sobre la muerte rechaza la resurrección de la carne, ya que no soporta la idea de ir cargando, aún en el más allá, con su obesidad.
El rechazo de este precepto religioso lo pone en un dilema y, de repente, le asalta el miedo de ser un herético, lo que hace del personaje un hombre preocupado por encontrar respuestas, uno de miles y, al mismo tiempo, le da una singularidad humana conmovedora.
En 1993 Tabucchi finalizó Sostiene Perira dándole un cierre lúcido en que el lector se imagina muy bien lo que pudo haber sido de la vida del periodista durante los años que le siguiero a su huída.
El estilo lingüístico de la novela es directo y claro, dos características en la redacción periodística, lo que hace que la trama se transporte como una reina de belleza en el capacete de un carro, en una de las calles empedradas de Lisboa, bajo la brisa fresca del atlántico.
Sin duda la historia de Pereira es el mejor tributo que Tabucchi pudo rendir a un héroe desconocido, y la mejor necrológica que pudo haber sacado de su gaveta editorial-0-.

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