viernes, noviembre 3

Alfonso Reyes, domador de tropos



En un paseo por el jardín de las letras, las de Alfonso Reyes se trepan frescas y resplandecientes por el muro inmenso de la literatura. Descrito como un humanista y un intelectual de primera orden, Reyes es un humilde jardinero, domador de tropos, que se la pasa agachado sobre la tierra plantando metáforas con manos diestras en el oficio.
Es imposible recorrer el camino de la literatura mexicana sin toparse con esa piedra de gigantesco tamaño que representa Reyes. Es un intelectual que alcanzó la maestría mientras paseaba por los vergeles del mundo, montado en sus tropos, escribiendo poesía, cuento y ensayo.
Leer a Reyes puede ser una obligación para el estudiante de literatura; es, empero, una delicia para quien ama las letras.
En la edición de James Willis Robb, llamada Prosa y Poesía, Alfonso Reyes publica tres narraciones: El testimonio de Juan Peña, Silueta del Indio Jesús y la Mano del comandante Aranda.
Con un estilo exquisito, Reyes escribe en 1923 El testimonio de Juan Peña introduciendo un epígrafe que reza: “Quise recoger en este relato el sabor de una experiencia que interesa a los de mi tiempo, antes de que mis recuerdos se confundan, y mientras llego a la hora –al remanso- de las memorias fieles.
“Lo dedico a los dos o tres compañeros de mi vida que estudiaban conmigo la Ética de Spinoza, en la azotea de cierta casa de México, allá por los años de mil novescientos y tantos”.
Luego los ojos se tropiezan con una prosa que brilla con la luz del entendimiento: “El último correo de México me trajo una carta de Julio Torri que comienza así:
“¿Te acuerdas de Juan Peña, un vagabundo que lloriqueaba y nos besaba las manos por las calles de Topilejo, en época distante de que vivo siempre saudoso?
“Estas palabras abrieron en mí una senda de recuerdos. Suspensas en la malla del alma, sentí palpitar otra vez ciertas emociones ya sin objeto.
“Ya está poblada de visiones la estancia. ¿Qué hacer? ¿Cedo a los halagos de este abandono o me decido a matar definitivamente a mis muertos?
-Hay que tener valor, me digo. Y me dispongo, nuevo Odiseo en los infiernos, a que los espectros se animen con mi sangre. Me arrellano en la butaca, entrecierro los ojos, enciendo la pipa y dejo caer la voluntad.
“Pero hay un último vuelco en la relojería secreta de mi corazón, y me echo a la calle como quien huye de unos invisibles perseguidores.
“El pájaro de Madrid empolla la hora exquisita. En el aburrimiento de la luz bailan las ideas y las moscas. Los recuerdos vienen escoltándome, apresuran conmigo el paso y conmigo cambian de acera. Al subir la calle de Alcalá, ya no era yo dueño de mis ojos.
-Es inútil- exclamo enfrentándome con mis fantasmas-. Os pertenezco”.
Nacido en 1889, a Reyes le toca vivir las vísperas de la Revolución, participando en una revolución cultural “pacífica”, como parte de los intelectuales del Ateneo de la Juventud.
“Sus trabajos críticos para el Ateneo se dedican al análisis de los poetas mexicanos: “Los poemas rústicos de Manuel José Othón” y “El paisaje en la poesía mexicana del siglo XIX”.
De este magnífico escritor emana la obra La x en la frente, un compendio que lo incorpora dentro del movimiento “México y lo mexicano”, y que resulta ser una de sus joyas literarias.
Los ensayos de Cuestiones Estéticas, exhiben las cualidades que distinguen toda la obra alfonsina: erudición y poesía, íntima fusión de la crítica y la creación literarias, el pensamiento realzado por la visión artística.
La presencia de España se traduce luminosamente en sus ensayos costumbristas e impresionistas, los Cartones de Madrid, Horas de Burgos y en otras piezas que componen las Vísperas de España. Finalmente, todo un desfile de primorosos libros brotarán de su experiencia madrileña: Retratos reales e imaginarios de figuras como Lutero y el Cardenal Cisneros, Chateaubriand, Fray Servando Teresa de Mier (su compatriota regiomontano), Gracián, Felipe IV y Napoleón I; Simpatías y diferencias, que recoge reseñas, comentarios periodísticos, meditaciones ocasionales sobre la mayor variedad de temas literarios y culturales; Calendario, ensayos mínimos que al vuelo sintetizan una observación, una anécdota, un análisis o fragmento de teoría literaria.
Alrededor de 1955, por iniciativa del cubano Félix Lizaso, se le rindieron a Reyes numerosos homenajes por sus “bodas de oro con la pluma” o cincuentenario de escritor, En 1957 fue elegido presidente de la Academia Mexicana de la Lengua. Más de una vez se le propuso como el premio Nobel de la Literatura, aunque nunca le tocó definitivamente ese reconocimiento.
El cuerpo de Reyes fue enterrado en el Panteón Civil de Dolores, en la Rotonda de los Hombres Ilustres, en la Ciudad de México, a su muerte, el 27 de diciembre de 1959.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Ave:

De Alfonso Reyes disfuto leer su descripción del Anahuac...

Angeek dijo...

Wow! un grande, grande.
Me encantó eso de "domador de tropos"